Uno de mis planes favoritos de fin de semana es ir a cine. Hace más o menos un mes fui con mi hermana. Al poco tiempo de entrar al teatro y luego de sentarnos, comenzaron a pasar los cortos de los próximos estrenos.
Uno de los primeros fue el de la película de Los Pingüinos de Madagascar, que inmediatamente hizo reír a todo el teatro; las películas de monitos animados siempre serán unas de mis preferidas. Algo que me gusta mucho es cuando un corto termina, y lo que dura esa fracción de segundo para que comience el siguiente, pues siempre estoy a la expectativa de cuál es esa pequeña historia que me van a narrar. Si algo admiro de los cortos es eso, el cómo logran comprimir una trama y demás aspectos relevantes de una película en un par de minutos que no son más que una mini historia que luego se expande en la mente.
El siguiente corto fue el de la película “La Familia Bélier”, que cuenta la historia de una joven cantante con una voz hermosa, a pesar de que sus padres son sordos. Desde el punto de vista del storytelling, considero que la película es una obra maestra, principalmente por el manejo del conflicto de la joven cantante: su deseo de irse a Paris a estudiar música y el tener que dejar a su familia. Queda claro que sin conflicto no hay historia.
Para el corto de esta película, seleccionaron las escenas perfectas para narrarle al teatro una mini historia muy emotiva. Fue sorprendente presenciar cómo después de que todas las personas rieran con los pingüinos y sus chistes, el teatro quedó en un completo silencio mientras recibíamos esa cachetada emocional. Me sorprendió presenciar cómo, en un segundo, cambiaron drásticamente las emociones de las personas.
Esto es solo un pequeño ejemplo de cómo las narrativas y el Storytelling alteran la forma en que sentimos y reaccionamos respecto a un tema. Detrás de esto existen importantes estudios psicológicos que demuestran cómo el cerebro humano “digiere” las historias de una manera muy particular.
