Todos tenemos y vivimos dando opiniones; lo difícil es que estas para los demás se vuelven borrosas y entonces lo que en un principio creímos que era una opinión, muchas veces se convierte en una crítica no constructiva.
Parece ser entonces que una opinión sea el acto de juzgar disfrazado, porque ¿qué más fácil que disparar ideas desde esa cómoda trinchera, donde, muchas veces, no debemos hacernos cargo de nuestras palabras una vez estás bombardean la comunicación? ¿Qué tal si en vez de dar opiniones contamos una historia?
Le apostamos a las opiniones no porque no nos traigan problemas, sino porque son la vía fácil y no permiten que nos cuestionemos profundamente, y es justo ahí donde comenzamos a perder, pues el punto de partida del storytelling: saber quiénes somos y a que le apostamos.
“Ellos lanzan opiniones como piedras en motines”
– No pressure over cappuccino –
Por más que queramos, y por lo buenas que creamos que son nuestras intenciones con nuestras opiniones, nunca sabremos cómo van a ser recibidas. ¿Qué hacer entonces, si es tan vital comunicar nuestras ideas, lo que pensamos y consideramos como verdad?
Afortunadamente las historias aparecen como el vehículo perfecto para transmitir cualquier tipo de mensaje. Al ofrecer una historia a nuestra audiencia, cada persona tomará lo mejor de esta y la interpretará de acuerdo a sus recuerdos y lo que le haga sentir. De ahí la importancia de hacerlas lo más universales posibles para poner a una mayor audiencia en nuestros zapatos.
Las buenas historias desequilibran el estado de los eventos, pues tienen como fin transmitir una verdad. Nada mejor que disfrazar esa verdad con las ropas de una historia para que el mensaje no genere malestar y sea bloqueado por nuestro interlocutor.
“Una historia es la mejor manera de guiar a las personas en la dirección
correcta sin decirles cómo deben pensar o qué deben creer”
– The Story Factor, Annette Simmons –
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STORY BEATS OPINION
We all have and live giving opinions. The hard part about this is that they turn blurry for others so what we believe was an opinion in first place, many times becomes a no constructive critique.
It could be that an opinion is the act of judging disguised; what is easier than shooting ideas from that comfortable trench, from which sometimes we don’t need to be in charge of our words, once they bombard the communication? ¿What if instead of giving an opinion we tell a story?
We bet for opinions not because they don’t bring us problems, but because they are the easy way and don’t permit to question ourselves profoundly, and is right there when we start to lose, because the Storytelling starting point is to know who we are and what we really stand for.
“They’ll throw opinions like rocks in riots”
– No pressure over cappuccino –
As much as we want and as much as we think that our opinions are good, we never know how they will be received. ¿What to do then, if it’s so vital to communicate our ideas and what we think and consider as true?
Fortunately stories appear as the perfect vehicle to transmit any type of message. Once we give a story to our audience, every person will take the best from it, in accordance with their memories, mood or emotions; hence the importance of making them as universal as possible, so we can put a larger audience in our shoes.
Good stories disrupt the status quo, because they aim to transmit a truth. There’s nothing better than disguising that truth with the clothes of a story, so that the message doesn’t get blocked by our audience.
“Story is the best way to guide people in the right direction
without telling them what to believe or how to think
– The Story Factor, Annette Simmons –
Juan Manuel Rodríguez B.
Business Storyteller.
